VIRGEN DE LA ALEGRÍA

La festividad de la Virgen de la Alegría es una manifestación de piedad popular que ya se celebraba con gran esplendor durante la Edad Media, según recoge el libro “La Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad y la procesión del Santo Entierro de la ciudad de León en el siglo XIX”, obra de Agustín Nogal Villanueva, editada en el año 2004. Allí, en la página 25, el autor manifiesta que “la fiesta de la Alegría era una fiesta de primavera. Data de la Edad Media y se celebraba en el campo. Existe una leyenda que asegura que la Virgen de la Alegría concedía a fray Higinio y fray Juan el don del presagio, y por eso se celebraba en el altar mayor del Convento de Santo Domingo el Real”.

Perdurando en el tiempo

Tan honda raigambre tenía esta tradición que ya en el siglo XVI, la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad pacta el patronato de la capilla que poseía en el extinto convento de Santo Domingo, accediendo a que todos los cultos se celebraran en dicha capilla, excepto los de Nuestra Señora de la Alegría, que habían de llevarse a término en el altar mayor del citado cenobio.

Extensión

Esta típica fiesta debió estar extendida por diversas regiones españolas, siendo las cofradías marianas organizadoras de dicha festividad. A manera de ejemplo, anotaremos que en Sevilla, concretamente en la parroquia de San Bartolomé, se muestra una preciosa imagen de Nuestra Señora de la Alegría, y que en Valladolid, durante la década de los años 60, la Cofradía de las Angustias de Valladolid intentó, sin lograrlo, retomar esta tradición olvidada. Sea como fuere, en León, dicha celebración ha tenido mayor arraigo, celebrándose de forma más estable y permanente a lo largo de los siglos.

RECOBRANDO LA IMPORTANCIA

Tal y como manifestaba el que fuera Cronista Oficial de la ciudad de León, D. Máximo Cayón Waldaliso, dicha festividad tenía su explicación en que el pueblo de León, que en Viernes Santo veía el dolor infinito de Nuestra Señora, debía de contemplar en el día de su mayor júbilo, que es la Pascua de Pentecostés, a la Reina de los Cielos bajo la advocación de nuestra Señora de la Alegría, sonriente, cubierta de flores, entre música y repiques de campana. Eso, sin olvidar que la Pascua de Pentecostés tenía en sus orígenes carácter agrícola, siendo la fiesta de la recolección, día de regocijo y acción de gracias.

Parece ser que esta fiesta de tanta solera leonesa estaba prácticamente desaparecida en el siglo XVI.  Pero, al fundarse el 9 de febrero de 1578 la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, esta agrupación penitencial y mariana se hizo cargo de organización de la citada fiesta. Así consta en el capítulo 24 de la Regla fundacional de la mencionada Cofradía. Con ello, tomó, como cosa propia, la precitada celebración que recobró de nuevo gran importancia, manteniéndola a lo largo de los años, por encima, incluso, de penalidades y contratiempos.

Así, pues, la Cofradía de Angustias y Soledad recuperó tan ancestral tradición, que se fijó para el domingo de Pentecostés o de Pascua Granada, haciéndola coincidir con  el acto de la toma de posesión del Abad de la Cofradía.

Por un documento notarial de testamentaría del año 1614, conocemos que a inicios del siglo XVII, la cofradía de las Angustias y Soledad celebraba con solemnidad  la festividad de “La Alegría”, que se ensalzaba con música y con Maestro de Capilla y cantores. Asimismo, se tiene referencia de la celebración de grandes festejos con motivo de esta festividad, y en concreto de corridas de toros, ya que para tal fin, al parecer, se acudía a Tierra de Campos para adquirir las reses bravas que se lidiaban en esta fiesta.

Un ejemplo de dicha referencia se encuentra en el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento, del que se desprende que en 1752 el Ayuntamiento leonés da “licencia al Abad de las Angustias para correr un Toro”. En dicho documento se dice también que “por el Abad de la cofradía de nuestra señora de las Angustias se a suplicado a la ciudad se sirva concederle licencia para que pueda correrse un toro en uno de los días de Pascua de Espíritu Santo que viene a onrra y gloria de Dios, en cuya vista la ciudad se la concedio”.

Llegada la Guerra de la Independencia y sus desgraciadas consecuencias la fiesta quedó temporalmente en suspenso hasta 1818, en que se volvió a celebrar. Ya en 1817 el obispo de la diócesis, Ignacio Ramón de Roda, había exigido a la cofradía  que volviera a celebrar la fiesta de “La Alegría” como siempre  se había realizado y conforme a los Estatutos que aprobara el prelado Francisco de Trujillo. El abad de la cofradía que era don Josef Uriarte contesta al escrito del obispo en los siguientes términos: “…que la falta no proviene de culpa, ni negligencia de los cofrades, sino de absoluta imposibilidad por no tener capilla, que se destruyó en la última guerra desastrosa”. Cabe recordar como anteriormente hemos citado, que la Cofradía había tenido capilla en el convento de Santo Domingo, en su mayor parte destrozado a la entrada de los franceses en León.

fIESTA DE LAS aNGUSTIAS

Esta tradición ya venía de años atrás, pues, en 1648 hay una partida económica en las cuentas de alcabalas municipales que posiblemente fuese una ayuda para la organización de este festejo y que dice así: “Fiesta de las Angustias. Mas se le Reciben y pasan en cuenta 24 n: 88 mm, que se gastaron en la fiesta de las Angustias”. Por tanto, el alcance popular de la fiesta debía ser bastante importante, pues las corridas de toros en el León antiguo eran espectáculos que pocas veces sucedían y solamente con motivos muy especiales.

1835

En el año 1835 pasó a celebrarse la fiesta en la capilla de Santa Nonia con motivo de la exclaustración, derivada de la Desamortización de Mendizábal. Otra de las posteriores consecuencias de ésta fue la anulación de la procesión de la Alegría alrededor de la ciudad. De igual modo, la misa que, como se ha dicho, era siempre con cantores, a partir de entonces pasó a ser misa rezada.

1872

En el año 1872 y privada la Cofradía de sus bienes por las leyes desamortizadoras, se acuerda suspender la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de la Alegría hasta que contara con recursos económicos para reanudarla. Y este objetivo alcanzó su destino en el año 1940, en que se volvió a la solemne tradición celebrando de nuevo la fiesta y como complemento se aprueba asistir con la imagen de la Virgen de la Alegría a la procesión del Corpus, a la que durante los años de suspensión solamente concurriamos con nuestras insignias. Dicha participación en la procesión del Corpus con la Virgen de la Alegría sería suspendida de nuevo en el año 2014 debido a una decisión controvertida y ajena a la Cofradía, rompiéndose con una costumbre de más de 70 años.

LA RESTAURACIÓN

En  la restauración de tan antigua festividad participaron entusiastas papones y personalidades de la vida leonesa en aquella época,  tales como D. José Pinto Maestro, Lorenzo Canuria Rodríguez, Andrés Garrido Posadilla, Cándido Alonso García o Gabriel Pantaleón Otero entre otros.

Desde el año 1940, ininterrumpidamente, se celebra cada año dicha festividad el día de Pascua de Pentecostés, siendo una de las fiestas más antiguas de la ciudad de León, en la cual se procesiona a la Virgen de la Alegría por las calles contiguas a la capilla de Santa Nonia a los sones de la dulzaina y el tamboril, si bien, antiguamente, el itinerario de la procesión no solo se ceñia a los aledaños de Santa Nonia, siendo el recorrido de la procesión más largo, reálizandose por ejemplo en el año 1941 el traslado procesional de la Virgen desde San Marcos a la Iglesia de Nuestra Señora del Mercado o incluso saliendo la Virgen en el año 1946 de la Calle de La Plata, en pleno barrio del Mercado.

La Virgen de la Alegría es una de las pocas tallas existentes en nuestro país representando a una Virgen de Gloria. Javier Caballero Chica, en su obra “Semana Santa de León, Imaginería procesional”, editada por el Diario de León en 1996, dice de la Virgen de la Alegría que es “imagen barroca de bastidor con una cronología aproximada del año 1700. Responde a la tipología de las Inmaculadas, con rostro alegre y leve sonrisa”.

Tal y como señala el actual Cronista Oficial de León, D. Máximo Cayón Diéguez, “esta típica celebración atesora el sabor, la originalidad y el costumbrismo de las más bellas tradiciones. La dulzaina y el tamboril, en este día, adquieren relevancia y personalidad propias y ponen en el ambiente una nota singular de color y tipismo”.

ÚLTIMOS SIGLOS

Una vez finalizada la procesión de la Virgen, en la capilla de Santa Nonia, que en los últimos dos siglos es y ha sido siempre epicentro del sentir cofrade leonés, durante la celebración del Santo Sacrificio de la Misa no cabe ni una sola alma. Al ofertorio de dicha Eucaristía en año par, tiene lugar el “cambio de varas”, es decir, la toma de posesión de un nuevo abad que regirá los destinos de la cofradía penitencial más antigua de la ciudad de León, todo ello armonizado por el canto de canarios, el alegre tintinear de las campanillas y el retumbar de los cohetes que anuncian a la ciudad de León una vez más esta típica festividad que desde muy antaño se viene celebrando.

A la vista de lo anteriormente expuesto, debemos sentirnos orgullosos de nuestra fiesta, ya que desde tiempos ancestrales, la ciudad de León ha venido disfrutando de esta fiesta que aglutina en su esencia las viejas tradiciones leonesas, que son entraña de esta antigua urbe Regia que, hoy día, y con toda justicia, es también Cuna del Parlamentarismo.

ITINERARIO PASIÓN

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